Generalmente pensamos que un espectador es quien contempla un espectáculo, sea teatro, cine, etc. Como si la relación entre las palabras espectador/espectáculo por proceder de la misma raíz (aparentemente) fuera autoconclusiva, pero analizaremos su verdadero significado. En realidad ser un espectador es algo más que eso, un espectador es quien “spectare”, esto es quien aguarda, quien espera algo.
Pero que espera el espectador sino una inmersión total en una historia que por un rato lo aleje de la vida real, una realidad alternativa en la cual podemos vivir o salir de ella sin consecuencia alguna.
La palabra espectáculo (espectaculum) viene de otra raíz (specêre-culum),“specêre” de donde surge mirar y observar (mucho más que simplemente ver), también de esta surgen palabras como: especie, espécimen, especular, espejo, aspecto, perspectiva y sospecha. En otro orden, también se la relaciona con arúspice (una práctica de los sacerdotes romanos videntes, que predecían el futuro en base a las entrañas de los animales sacrificados). El sub-fijo “culum” que refiere a medio o instrumento mediante el cual se “specêre”, si conjugamos las diferentes acepciones podríamos decir que:
Un espectáculo es algo observable mediante un medio, también podríamos decir que es un espejo en el cual nos vemos reflejados, un instrumento que nos da diferentes perspectivas, el aspecto -como apreciamos visualmente- algo que observamos y -una de las acepciones más inquietantes- “sospechar” al observar.
Aunque vivimos en una sociedad que no suele darse ese tiempo para contemplar, cada vez crece más la oferta y el consumo de series en canales alternativos como Netflix -por nombrar al mas icónico- pero también en cable y otros servicios on-demand. La pregunta que inevitablemente surge es ¿será lo mismo ir al cine que ver una serie en casa? por supuesto sabemos que la respuesta es no, pero ¿qué implica cada una de estas opciones?, ¿será que el espectador cinematográfico (el que va al cine) es diferente del otro espectador cinematográfico (el que no va al cine)?
Ambos son espectadores audiovisuales pero no viven la misma experiencia, sin ánimos de ejercer juicio de valor alguno, sino de analizar las características de cada una de estas experiencias, propongo pensar cada uno de estos “espécimen que observa” (otra de las acepciones de“specêre”).
La experiencia cinematográfica es algo tan único como extraño. Pensémoslo detenidamente, vamos a un lugar oscuro, tal vez con alguien que conocemos, pero con muchos que no vimos ni volveremos a ver jamas, a ver imágenes y escuchar sonidos.
Pero el acto cinematográfico es mucho mas que eso, nos disponemos a ver y escuchar algo desconocido. Expectamos. Aguardamos. Esperamos algo nuevo y nos entregamos totalmente a una sucesión e luces y sombras reflejadas en una tela y un sonido que nos envuelve.
Nunca estaremos más vulnerables que en esa situación, nos rendimos de tal modo que por momentos olvidamos de todo el contexto y nos sumergimos en esa magia, ese artilugio que nos invade, ¿será esa magia del arúspice nos muestra un futuro posible en la medida que creemos?, creemos que las imágenes son reales, creemos que lo que sucede allí es plausible, nos enamoramos, reímos, lloramos, nacemos y morimos, vivimos muchas vidas, nos palpita el corazón, se nos eriza la piel, tememos (pero con un miedo de los más genuinos) y nos liberamos de nuestros fantasmas. Vaya que es una experiencia única!
Pero esta modernidad líquida en la que vivimos diluye estas experiencias, ya que se nos impone “no perder el tiempo” debemos ser productivos todo el tiempo, y parece ser que disponer de un par de horas para disfrutar es ser improductivo. Cada vez tenemos menos tiempo pero una mayor necesidad de escaparnos de esta realidad, para lograrlo nos constituimos como consumidores. Una de las actividades recreativas que más creció en los últimos años es viajar, conocer lugares y gente nueva, trabajamos meses para poder viajar unos días o semanas. Aunque quisiéramos viajar eternamente, muy pocos se atreven a lograrlo, el resto del tiempo los vivientes nos conformamos con ese escape virtual que nos dan las series o las películas pero en nuestra propia casa, o mejor aun, en nuestros dispositivos móviles mientras viajamos o esperamos (pero no en el sentido de“spectare”) sino mientras hacemos alguna fila o en una sala de espera.
Las series nos proponen historias en pequeñas dosis llamadas capítulos, solo que nuestra ansiedad hace que esas dosis no solo nos sacien sino que abran más nuestro apetito. Nos dan el poder de elegir (o eso creemos) cuanto tiempo estamos dispuestos a consumir esas pequeñas dosis y adaptarlas a nuestra agenda.
Si lo pensamos detenidamente, el cine propone en solo un par de horas una historia que concluye con la película, como consecuencia, es una experiencia cerrada que tiene un fin y con el nuestra experiencia está completa, esto nos da la sensación de completitud.
Las series palean pero satisfacen esa necesidad de inmersión que nos genera la expectación cinematográfica de la pantalla grande, sin embargo nos generan una sensación de que siempre hay algo más por conocer, y por supuesto allí estaremos dispuestos a descubrirlo. Lo que queremos es saber cada vez más. Pero si hay algo que no queremos es que termine, porque con el final se termina mucho mas que esa serie, sino que una parte de nosotros se va con ella: esos momentos que dejamos de hacer cosas por terminar de ver un capitulo que nos atrapó, esas trasnochadas que trajeron consecuencias al día siguiente y por supuesto esos atracones que nos pegamos un feriado o un domingo para olvidarnos de lo aburrido que es estar solos en casa.
Con las series no queremos la completitud de la experiencia cinematográfica, sino la esperanza de la continuidad.
Podemos pensar que el espectador cinematográfico es el que contempla un espectáculo“specêre”, quien observa con toda su atención y el espectador de series no busca esa contemplación sino que es“spectare”, quien espera que algo suceda (y siga sucediendo). Por lo visto son necesarias ambas cosas, ninguna experiencia reemplaza a la otra, sino que ambas nos constituyen como consumidores audiovisuales.