Cada día sabemos más y entendemos menos”
Albert Einstein
¿Qué significa saber y qué significa entender?
El conocimiento es uno de los elementos fundantes de la civilización. En la era pre-escritura (oralidad) el conocimiento se transmitía de generación a generación de forma oral, los ancianos transmitían historias acerca de los antepasados, de las guerras y victorias, de los hombres de renombre que los antecedieron. Relatos como La Ilíada y La Odisea de Homero, fueron en un principio relatos orales acerca de la guerra de Troya, por eso su prosa original se vale de rimas y párrafos cortos, ya que la forma de transmitir la historia era a través de cantos y recitaciones públicas.
Hasta aquí, el conocimiento pertenecía solo a quienes podían recordar, pero recordar en serio. Algo que se perdió a lo largo de los siglos, particularmente a partir de la escritura. En la era de la escritura el conocimiento encontró un lugar para ser almacenado, el libro, de modo que la habilidad de recordar perdió notablemente su valor, ahora sabe el quién sepa leer. Habilidad que incrementó la desigualdad social entre los que pueden y los que no. En esta era solo sabían quienes tenían mayores posibilidades sociales (básicamente la realeza y la iglesia), no solo por la habilidad de leer sino porque el acceso a copias de textos era muy difícil, por ser manuscritos. El Poder del conocimiento en manos de pocos creó sociedades oprimidas, hasta que finalmente en los alrededores del 1450 Gutemberg crea la imprenta, y con ella dió a luz a la primera revolución del conocimiento, aunque la alfabetización estaba apenas en sus embriones, el acceso al libro se hizo mucho más fácil, nacen las primeras bibliotecas públicas. La Biblia, el primer libro impreso, llego entre otros a Martín Lutero -un sacerdote católico con la convicción de que la iglesia se había corrompido- y nació el protestantismo, he aquí la primera gran revolución, ahora (no todos, pero sí muchos más que antes, entre ellos la incipiente nueva clase social que surgía en Europa “La burguesía”) podía leer cosas como “No adorarás a imágenes hechas de madera o yeso” o “Es más fácil que pase un camello por el ojo de una cerradura a que un rico llegue al cielo”.
Aquí entra en juego el entendimiento, que antes era impuesto por la interpretación sesgada que imponía el poder, porque la lectura pasó de ser un acto público con un lector/interprete comunicandole al pueblo desde su propia subjetividad (o la conveniente para mantener su superioridad) que debían entender. Al transformarse la lectura a algo privado ( la lectura silenciosa, personal, sin lugar ni tiempo). Las posibilidades de análisis del contenido de texto y subtexto, relecturas indefinidas, el recorrido no lineal del texto, etc. sin duda fueron fundamentales para el progreso cultural de la civilización. Otro de los hijos de la imprenta -como consecuencia de la revolución del conocimiento- fue la revolución en el arte y las ciencias llamada “El renacimiento”, la re-lectura de los textos antiguos, transformados en libros gracias a la imprenta, y ahora con la posibilidad de interpretarlos. Me atrevería a decir que esto fue uno de los momentos mas florecientes del “entender” hasta el siglo XX, donde la revolución industrial del siglo XIX se afianzó gracias a la electricidad (que sería lo que permitiría tiempo después las comunicaciones instantáneas), el siglo XX fue sin dudas un siglo de avances extraordinarios para la humanidad, en este siglo no solo entendimos el conocimiento anterior, sino que se generó conocimiento como nunca antes lo había visto la humanidad. Nacen los medios masivos de comunicación, y con ellos la información se hizo cercana a todas las clases sociales (incluso a las más bajas y las que no tuvieron acceso a la alfabetización), en pocas décadas la televisión y la radio alcanzaron a prácticamente todo el mundo, a fines del siglo pasado el 95% de la población mundial tenía acceso a la televisión. La información “el saber” se hizo masivo finalmente pero “el entender” comenzó a precipitarse en una caída en la que aun sigue y parece que no llegará nunca a su fondo. Ya no necesitábamos entender porque el medio lo hacia por nosotros, nos daba el saber y el entender tan subjetivo y sesgado como en la antigüedad (según conveniencias políticas y económicas).
El siglo XXI nos encuentra con la explosión del invento más importante de fines del siglo XX, Internet. Una herramienta valiosísima en términos de comunicación, velocidad, sin límites de distancias, lo más importante (así se la promociona) plural. Ahora todos, o al menos una gran parte de la humanidad, podemos acceder a todo el conocimiento creado en todo el mundo por todos los usuarios. Sin embargo internet está apenas en su etapa embrionaria (tal como cuando había libros pero no alfabetización) pero con la diferencia que alfabetizados digitalmente o no, todos acceden. Es difícil pensar en que un analfabeto lea un libro, sin embargo poco entendemos de lo que ocurre en internet pero somos parte.
Si en la antigüedad el poder estaba en quien podía recordar, luego quien podía leer, mas adelante quién podía entender (y aquí el momento más productivo de la humanidad), ahora con los medios masivos y los digitales, la humanidad -o al menos usted y yo- debemos luchar por volver a entender. Hoy en día el poder lo tiene quien puede entender e interpretar -en una marea infinita de información (98% de ella inservible o falsa)- lo que realmente es útil. Una tarea que no es sencilla, pero recuerde que el poder del conocer y entender siempre estuvo en manos de pocos y -muy probablemente- en otra época de la humanidad usted y yo no hubiéramos tenido muchas posibilidades de estar en ese grupo selecto. Créditos imagen