Hace varias décadas la televisión se volvió el medio masivo por excelencia y se convirtió en la mayor fuente de información de los ciudadanos, nos alimentabamos de ella aunque ésta no tenga nada nutritivo. Con las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TICS) se ha incrementado este síntoma. Hoy en día no podemos concebir nuestra vida sin estar conectados a uno o varios medios de comunicación, nos saturamos de información inservible al punto que recibimos más impactos que los que podemos procesar y asimilar.
Tal como la bulimia y la anorexia son trastornos de la alimentación, en el consumo de medios tenemos estos y otros tipos de desordenes en la ingesta de información, algunos de los cuales desarrollaremos más adelante.
La cantidad de contenidos que recibimos es mayor al tiempo que disponemos para consumirlos y procesarlos, entonces nos infoxicamos.
(infoxicación: término acuñado en el año 2000 por Alfons Cornella, uno de los empresarios e investigadores de Internet más importantes de España).
En otro extremo están los anoréxicos, algunos (muy pocos) no se informan, otros (la gran mayoría) consumen desinformación al punto de quedar expuestos y débiles ante el poder de la sociedad de la información.
Podríamos analizar muchas posibles causas de estos problemas, por mencionar algunas podemos decir que la población mundial se duplicó en 40 años y con ello la cantidad de mensajes e interacciones entre personas creció exponencialmente. Hay cada vez más medios (tanto analógicos como digitales). Con la llegada de Internet cualquier persona tiene acceso a recibir información de cualquier parte del mundo y con el advenimiento de la web 2.0 también puede crear contenido y compartirlo. En esta línea podemos analizar algunos datos estadísticos para ponernos en contexto: en un día del año 2007 se produjeron más documentos académicos que en todo el año 1987. Cada 20 segundos hay 77.500 comentarios y 6 millones de likes en Facebook, se escriben 92.600 twitts, se reproducen medio millón de videos en Youtube y se mandan 90 millones de mails. En Spotify hay canciones como para reproducir durante 80 años durante las 24 horas sin repetir ninguna.
En este mundo virtual tan vertiginoso es muy difícil navegar hacia aguas calmas o al menos llegar a buen puerto. Somos atacados constantemente por los medios, la publicidad (a la que alimentamos regalándole nuestra información sobre gustos y preferencias) lo hace sin reparos, un individuo urbano recibe más de 8000 impactos de marcas al día y solo muy pocos, o casi ninguno de esos mensajes le son útiles para satisfacer alguna de sus necesidades. Lo que nos queda es ser sabios para poder llevar una buena dieta de consumo de medios.
La infoxicación trae consigo grandes problemas, el tiempo y el volumen son las variables principales en esta ecuación. Tenemos disponible más información que tiempo, eso nos genera que no tengamos la capacidad de analizar la información y no nos permite adquirir conocimientos nuevos, nos informamos de los titulares pero no profundizamos en el contenido, tenemos la sensación constante de que perdemos el tiempo y no queremos dejar de consumir, entonces lo hacemos superficialmente. Nos genera falta de concentración,
estamos frente a una economía de la atención en la que no podemos atender a todo lo que nos llega, en consecuencia no atendemos a nada.
Este es un fenómeno estudiado llamado continua atención parcial, estamos en todo y en nada a la vez. También crea ansiedad y estrés, necesitamos cada vez más estímulos pero no podemos con ellos. Buscamos encontrar buenas noticias, aunque muchas veces ignoramos que estas no son veraces, para salir de las preocupaciones del mundo real. También nos podemos encontrar en lo que llamaremos disfunción narcotizante, leemos mucho y nos sacia pero no hacemos nada con el conocimiento adquirido.
Así como en una dieta alimentaria debemos comer menos, más saludable y hacer deporte para obtener buenos resultados, del mismo modo, si queremos tener una buena dieta informativa, debemos consumir menos, mejor y ejercitar una conducta que nos ayude a ser más infosaludables.
Muchas veces caemos en la infobesidad, que para tratarla requiere de una dieta, si el contenido no alimenta sanamente es preferible no consumirlo.
El problema es que muchas veces consumimos “snaks de información”, no alimentan pero no podemos dejar de ingerirlos.
La industria de Internet nos llena de información de bajo nivel nutricional pero alto contenido calórico, nos engorda con grasas que terminan por crearnos dependencia y nos hacen poco saludables intelectualmente, ya que no podemos discernir que es lo bueno y lo necesario entre tanta comida chatarra.
Queremos tener muchos contactos virtuales para asegurarnos de que nada de lo que pase a nuestro entorno se nos escape de nuestro conocimiento. Es como ir al “tenedor libre” que más variedad tenga y querer comer un poco de todo para hacer valer el costo del cubierto. Probamos todo, no sea que luego nos pregunten sobre algún plato que no hayamos probado. En la vereda contraria está la “teoría del refuerzo”, tendemos a consumir solo los medios que refuerzan nuestro punto de vista, y bien sabemos que la alimentación saludable debe ser variada y completa, alimentarse de un solo medio definitivamente es una mala dieta. Una tercera teoría es la del “Síndrome de Diógenes Digital”, acumulamos cosas inservibles que ni siquiera consumimos, bajamos y guardamos, lo importante es tener los contenidos aunque no nos alcance la vida para poder consumir tanta información.
Las computadoras están hechas para procesar bits, el cerebro no, su función es discriminar información.
Tanto la teoría del tenedor libre como la del refuerzo o la del síndrome de Diógenes son extremas, lo más importante es poder disponer de información y establecer nuestros propios filtros, poder discernir: no consumir nada que no nos sea saludable, que no nos alimente el alma y la mente, que no nos aporte conocimientos que podamos aplicar a nuestra vida diaria.
Las tecnologías nos dan el poder de ir a las fuentes originales de la información, sin embargo consumimos refritos de esas noticias replicadas y distorsionadas (tanto en las redes sociales como en otros medios alternativos) por las opiniones de vaya a saber quien. No solo eso, sino que nos volvemos replicadores y distorsionadores al compartir y opinar sobre esos refritos. Y como sabemos para una dieta sana no hay nada peor que los fritos, ni hablar los refritos.
Ser apocalíptico y pensar que la mejor solución es evitar la virtualidad y las tecnologías de la comunicación podría ser un error. Entre los que ya ingresaron en este mundo digital, hay muchos intentaron volver atrás y cayeron en la nomofobia, es decir, la fobia a la desconexión. Esto sucede a menudo cuando uno se olvida el celular, hay gente que no puede soportarlo y es capaz de volver a su casa a buscarlo y llegar tarde a su destino.
La adicción a la tecnología y la información ya sea por exceso o ausencia condiciona nuestra vida. Hace décadas con la televisión, hoy en día con un abanico de medios y mensajes vacíos de proteínas pero sobreabundados de grasas que nos engordan pero no nos alimentan saludablemente. Podemos estar llenos pero no alimentados, allí radica el problema.